Oued es un vocablo de origen árabe utilizado para nombrar las ramblas o cauces estacionales. Por la zona noreste del Parque Nacional del Talasemtane discurre “Oued El Kannar”, un río-rambla que desemboca en el Mediterráneo, en las inmediaciones del pueblo de Bouhmed.
Era nuestro quinto día de expedición y todavía nos quedaban tres cámaras por situar. Tras una larga mañana buscando lugares donde instalarlas, entrando y saliendo continuamente de nuestra zona de estudio (Parque Nacional del Talassemtane), divisamos un valle con muy buena pinta y, para nuestra suerte, parcialmente dentro del Parque.
Desde encima, nos llamaron la atención unos pequeños bosquetes de un árbol que ninguno nos atrevíamos a afirmar qué especie era, pues ese porte, unido a la ecología del lugar, nos hacía dudar entre varias especies. Una vez dentro del lecho de la rambla, nuestros misteriosos arboles eran álamos negros (Populus nigra), algunos con un diámetro de tronco que no estaba nada mal.
Bosquetes de álamo negro
El cauce presentaba una gran afluencia de personas en su interior, todas con algún menester: lavanderas, pastores, agricultores, leñadoras y, en ese momento, un grupo de curiosos naturalistas a los que el lugar les recordaba a la rambla de Nogalte (Puerto Lumbreras), pero en vez de azufaifos había álamos negros y un pequeño riachuelo constante. Y es que tanta actividad allí junta no podía ser nada favorable para el entorno. Sobrepastoreo, deforestación, roturación, vertidos, presencia de especie exóticas y diversas agresiones a los álamos, era lo que estaba acabando con ese bonito y peculiar río-rambla.
Diversas actividades humanas en el interior del cauce
Tras dar una pequeña vuelta decidimos que la zona del cauce con presencia de agua no era un buen lugar para nuestra prospección, pues estaba demasiado poblado. Por tanto, decidimos dejar la zona con agua y explorar alguna de sus ramblas tributarias, rodeadas de laderas con acebuche, lentisco, palmito y araar, donde la obtención de leñas y el pastoreo eran, de nuevo, más que notables.
Rambla tributaria a "Oued El-Kannar"
Con pocos sitios donde situarnos con nuestras cámaras, y casi rozando la desesperación, dos lentiscos y un garrofero se convirtieron en los mejores lugares en los que nunca las habíamos apostado.
Tras la colocación, continuamos por un camino que entraba y salía del cauce constantemente. En uno de sus márgenes había una poza excavada, la cual nos llamó bastante la atención, entre otras cosas por estar llena de lenteja de agua. Nada más bajarnos del coche oímos croar a una rana, pero su sonido nos resultó un poco extraño. Prestando más atención, nos dimos cuenta que ese peculiar canto era de una ranita meridional (Hyla meridionalis). Tras una búsqueda intensa entre la vegetación, un anfibio de color verde llamó nuestra atención. Por un momento creíamos estar viendo a la ranita meridional, pero tras tomar varias fotos y poder ampliar la imagen, nos dimos cuenta de que lo que vimos era una rana común con una coloración bastante verde, tanto que, a simple vista, se prestaba a confusión. Por mucho que buscamos a la ranita meridional no pudimos dar con ella, y eso que seguía cantando, pero sí vimos una culebra de agua (Natix maura).
Charca en cuestión. El color verde se debe a la presencia de lenteja de agua.
Miembros de la expedición disparando sin piedad a la hipotética ranita meridional.
Al octavo día de expedición regresamos de nuevo a “Oued El Kannar“ a ver si habíamos obtenido resultados de nuestra prospección. Nada más adentrarnos en el cauce, un grupo de niños correteaba por el escaso caudal. Al pasar por su lado, vimos que portaban anguilas (Anguilla anguilla). Ante esta situación, y dado la gran sorpresa que nos llevamos, no pudimos evitar parar a hacerles unas fotos a las anguilas. Por un momento, los niños se sintieron orgullosos de su hazaña y cuando nos dimos cuenta, los más pequeños, estaban pillando barbos (Lucibarbus rifensis) con las manos. Enseguida les explicamos, con gestos y señales, que eso no estaba bien, que los peces tenían que estar en el agua y sin rechistar nos hicieron caso. Como era una buena hora para merendar, decidimos invitar a los niños a tomar algo con nosotros, gesto por el cual quedaron muy agradecidos.
Niños con una anguila en las manos
Anguila que habían capturado
Capturando barbos
La hora de la clase improvisada y merienda
Tras este pequeño parón, continuamos hasta llegar a la zona donde habíamos dejado las cámaras. Una vez recogidas, en la pantalla de la propia cámara, visualizamos algunos vídeos. Cabras y perros en casi todos ellos, hasta que un tímido erizo moruno (Atelerix algirus) pasó por delante de una de ellas.
Grupo de cabras descansando a la sombra del garrofero.
Erizo moruno
Con estos datos nos despedimos del río El Kannar, pero sólo hasta la siguiente expedición, pues aun nos queda su zona alta por prospectar.
Vistas del cauce hacia arriba. Al fondo la zona montañosa del Parque Nacional.
Texto de Adrián Ruiz Rocamora
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